Fue hace quince años, un dieciséis de diciembre. Esa noche estábamos empiyamadas en la cama viendo televisión, luego de regresar de culto. No entendí el abrazo de mi mamá, quien de pronto se me abalanzó encima canturreando: «¡Mi niña, mi niña!». Luego del alboroto, bueno, qué pasó, y me mostró la señal en el mocho de la piyama. Yo me quedé quieta un momento, mirando.
Cartagena de Indias, diciembre de 2017