Querida mía

Entiendo que no te soy suficiente, que necesitas más compañía y más alegrías de las que yo puedo darte, que a veces la ausencia de todos te hace daño. No creas, también tengo mi desasosiego y a ratos esta casa vacía me molesta tanto como el calor y el hambre.

Pero incluso por esta soledad, da gracias. Da gracias siempre, te lo he dicho. Siéntete feliz de ser, de estar, de poder. No desesperes, no te afanes, no adelantes el tiempo de la vida.

Ya vendrán las horas de los amigos, de la nueva familia y del exceso de charla, y entonces tal vez ―o seguramente― extrañes tu calma, tu espacio contigo y todos estos días de silencio.

Cartagena de Indias, 18 de abril de 2013


Para Aida


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