Días de Antioquia

Villavicencio, 27 de abril de 2016

Mi querido Marco,

Me tomo el tiempo para hacer esto porque te tengo cariño, y porque estoy segura de que eres el tipo de persona que valora como yo estas cosas aunque en apariencia no sean necesarias. Siempre he creído que existe un romance cifrado en el envío analógico de una carta escrita a puño, una tradición que se disipó en la velocidad de estos días digitales e intangibles.

Quiero agradecerte por el tiempo que compartimos en Medellín. Fuiste tan atento y afectuoso. Eres un ser extraordinario desde todo punto de vista, no hay esquina de tu persona que no sea una verdadera maravilla, una buena rareza, un ítem de museo. Tu charla es encantadora y graciosa, y tu talento creativo me mantiene a la espera del próximo dibujo, de la próxima lectura, de las palabras siguientes en nuestra noche de solos que se acompañan.

Si bien he considerado en varios momentos trasladarme a esa ciudad para armar un plan de vida, te confieso que es una idea desgastante por lo que implica empezar de cero y con los ojos cerrados. Quizás se me dé más adelante, quién quita. Hoy estoy en esta ciudad chiquita y caliente que es Villavicencio, esta noche puede que esté de nuevo en Bogotá y la próxima semana puede encontrárseme en Cartagena. Viajar es muy sencillo después de todo, lo único difícil, como siempre, es el dinero; aunque se tenga siempre será difícil.

¡Pero nuestra pobreza no es de corazones! Antes somos ricos, afortunados y muy felices. Nuestra juventud ha sido buena con nosotros, pese a los motivos que la vida nos ofrece para quejarnos, vale siempre más agradecer. Sé que piensas que tú tienes el panorama más complicado que yo por tu condición médica, pero confío en que te sobrepones a la dificultad tal como yo: a punta de arte y amor.

Sé bueno, Marco. Vive tu luz.

Con sincero afecto,

Olivia B.

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