Anécdota

De los recuerdos y la tradición oral

Todos los fines de año visitábamos a mi familia materna en San Sebastián, Magdalena, un pueblito a quince minutos de Mompox. Fracciones de mi niñez transcurrieron por aquellas calles arenosas, la misteriosa cercanía al río y las noches oscuras de diciembre, suavemente iluminadas por las frágiles lucecitas navideñas que adornaban terrazas y sendas. Aquel río

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Los Micos

A finales de los años ochenta, la cadena de televisión colombiana Telecaribe estrenó Cheverísimo, un aguzado programa de humor costeño que permanecería al aire por más de dos décadas. Su sección más celebre fue, quizá, Las Vainas de mi Pueblo, el jocoso retrato de un par de campesinos que se sienta a conversar sobre mecedoras.

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Hipocampo

El día que estaban instalando en la pared la mesita plegable que tengo aquí en la cocina, el carpintero más viejo estaba tratando de explicarme, con un difícil manejo del idioma, cómo funcionaba el mecanismo. Expresó entonces unas palabras sacadas de la hondura de una memoria larga y asentada; no fue tanto —no solo— la

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El Fantasma

Ese balcón siempre olía a marihuana. Diana pasaba afanada escondiéndoselo a Pacho, pero yo creo que él se hacía el pendejo. ¿Acaso no le veía los ojos rojos todas las noches? ¿No le probaba la boca? Daba la impresión de que esa relación era una farsa, un convenio más que una unión, pero no era

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Las cartas

Siempre escribí cartas, desde pequeña. Fue una práctica que mi familia materna fomentó. Ellos vivían en San Sebastián, nosotros vivíamos en Cartagena y solo viajábamos en diciembre a pasar las fiestas. En el año, uno que otro pariente venía a la ciudad a hacer alguna diligencia de máximo una semana, y entonces ese pariente hacía

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